Ella se volteaba y me miraba a los ojos con la misma intensidad que sentíamos ambos。 Su respiración se mezclaba con la mía y estábamos a punto de embarcarnos en una montaña rusa de placer。 Nos besamos con pasión y ansiedad, mientras nuestras manos se movían sobre la piel de la otra。 Nuestros cuerpos se sentían cada vez más emocionados,y cada beso era más intenso y visceral que el último。 Subimos la intensidad susurrándonos palabras de amor en un ferviente dúo。
Nuestro cuerpo y caricias nos llevaron un momento de éxtasis inigualable。 Nuestros gemidos eran el único sonido y comenzamos a alcanzar el clímax en una explosión de deseo y amor。
Ramos extasiados,abrazados hasta el amanecer。 Despues de esa noche increíble, tuve que admitir, nada compare con lo que yo sentía con mi mujer.